La cocina de vanguardia, que en algún
momento llamaron la 'cocina molecular' y que ahora denominan la 'cocina
tecno-emocional', pasa por sus peores días.
Por un lado, más de
400 personas se enfermaron en febrero, con brote de diarrea y vómito,
después de comer en el selecto restaurante inglés The Fat Duck, dirigido
por el famoso chef británico Heston Blumenthal, según informó la
Agencia de Protección de la Salud (HPA). El director de la institución,
el doctor Graham Bickler, afirmó que se trata de "un brote muy
complejo", pues los análisis efectuados hasta la fecha no han aportado
pista alguna sobre el origen del problema. Como era de esperarse, el
restaurante, que queda a las afueras de Londres y que es uno de los
abanderados de este tipo de cocina de vanguardia -junto al español El
Bulli-, tuvo que cerrar sus puertas y apenas pudo ser reabierto el
pasado 12 de marzo.
Blumenthal, por su parte, declaró en un video
de la página de internet del diario The Guardian: "Soy tan exigente con
el tema de la higiene como con el proceso de cocinado".
Y como
una fatal coincidencia, el periodista alemán Jörg Zipprick acaba de
presentar en Europa el libro No quiero volver al restaurante, en el que
denuncia la utilización de aditivos por parte de los chefs de la cocina
de vanguardia. El texto, editado por Ediciones Akal en su colección
'Foca', pone el dedo en la llaga de la discusión: ¿Es peligrosa la
cocina molecular? ¿El laboratorio culinario se pasó de la raya?
En
el semanario alemán Der Stern, en junio de 2008, Zipprick ya había
criticado un proyecto de la Unión Europea para introducir aditivos de la
industria alimentaria en las cocinas de los más encopetados
restaurantes -entre los cuales estaban El Bulli y The Fat Duck-, los
cuales consideró productos que pueden causar intoxicaciones.
En
su libro, este sabueso de la cocina recoge la opinión de la doctora
Susanne Krebber sobre la dosis de algunos aditivos utilizados en las
recetas de Ferrán Adriá, como el sucroéster, que según la médica podría
provocar reacciones alérgicas. Por la misma línea se expresa también
otra dietista consultada por el autor, Natalie Quagliata, para quien
"los productos químicos han sustituido nuestra alimentación".
Zipprick
pone de ejemplo que los carragenatos (o algas) utilizados por Adriá en
El Bulli son "indigestos" y, además, podrían ser "cancerígenos", según
un estudio que menciona de la Universidad de Illinois en Chicago. El
periodista aclara que los carragenatos no son algas, sino "un componente
de las algas extraído por procedimientos químicos" que se utiliza no
solo en la alimentación sino también en la fabricación de betunes, crema
dental o ambientadores.
El alemán va más allá, al punto que
afirma en su publicación que a Adriá se le adora debido a que se ha
convertido en una estrella comercial, "como lo puede ser Batman o Brad
Pitt", gracias al misterio que envuelve su cocina y la empatía con el
público por su amor a la profesión.
Zipprick, además, apoya el
famoso reclamo que en 2008 hizo en la feria gastronómica de Madrid el
cocinero español Santi Santamaría sobre la urgencia de que a los
clientes hay que informarles qué productos se utilizan en las cocinas
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